Cierto es que es constante la crítica marxista hacia los partidos del sistema capitalista, que defienden los intereses de la clase dominante -banca, empresarios, etcétera-. Partiendo de dicha lógica, Marx indicó que los proletarios tenían unos mismos intereses que, traducidos a la teoría de Lenin, estos mismos intereses debían agruparse en un mismo partido, en un partido único que fuera capaz de organizar la revolución, derrocar a la oligarquía capitalista y establecer un Estado obrero socialista. Partiendo de aquí me hago dos preguntas:
- Una vez alcanzada la revolución, es decir, una vez que los marxistas han tomado el poder y han modificado las estructuras de poder -Estado, administración, cuerpos y fuerzas de seguridad, etcétera- para beneficiar esta vez a la nueva clase dominante -es decir, los trabajadores-, ¿Tiene sentido que el Partido Comunista se institucionalice?
- Cuando Gramsci dessarrolló su teoría de que aunque los trabajadores pertenecen a una misma clase, tienen intereses distintos, ¿Cómo traducimos esto? ¿Autorizando un sistema pluripartidista sería la forma más viable?
Siempre he considerado que, al fin y al cabo, los partidos políticos constituyen una élite que defiende una serie de intereses, preferentemente particulares. Es decir, con el fin de legitimarse, van a justificar los errores que pudiera haber cometido, aunque una de las premisas del partido sea la autocrítica constructiva. Así lo estamos viendo hoy en los casos de corrupción de aquí, en España, donde los encubrimientos están a la orden del día. Así lo vimos en el pasado con partidos como el PCUS o el SED, cada vez con menos espíritu crítico y más vanagloriados. Los partidos políticos generan élites, generan capas superiores que, al institucionalizarse, al integrarse en los engranajes del Estado como un órgano político más, sufren un proceso de acomodamiento que los distancia de las masas, de la realidad, viviendo a base de salarios y subsidios asignados por el Estado.
Respondiendo a la primera pregunta que me formulo, una vez que se ha constituido el nuevo Estado socialista, en la que los principios y valores del marxismo se han trasladado al ordenamiento jurídico, a la Constitución y a las leyes, así como formalizado la creación de consejos y asambleas populares donde se eligen a meros portavoces que trasladarán las decisiones emanadas de estos a los órganos superiores del Estado, los partidos políticos poco sentido van a tener. Los partidos políticos surgieron como asociaciones que compartían unos mismos valores e intereses, clubes donde unos pocos financiaban el proyecto. Éstos establecían un programa y elegían a su candidato para presentarse a elecciones. Si en el Estado de los consejos, de los soviets, es la asamblea de trabajadores la que realiza propuestas, el partido político no tiene cabida.
Esto también debería aplicarse al Partido Comunista, ya que desde la Constitución de la URSS de 1936 (art. 126) se ha convertido en una constante en todos los países socialistas del mundo el hecho de que fuera el partido político dominante, exclyendo el reconocimiento de otros (Cuba, URSS, la mayoría de países de Europa oriental), o con hegemonía sobre otros (el caso de la RDA, Corea del Norte, China…). Esto se debe a que el Partido Comunista tiene el supremo papel dirigente del Estado y la sociedad, con el fin de alcanzar la fase última, el comunismo. Que el Partido Comunista fuera el partido político dominante no se traduce solo al hecho de que fuera el único legal (que vuelvo a reiterar, en el socialismo soviético o asambleario poco sentido tiene su presencia, casi simbólica), pero el hecho de que sea reconocido por la Constitución como una institución más (art. 5 de la Constitución de Cuba, por ejemplo), la convierte casi en un organismo político integrado en el Estado, en una institución corporativizada, como hoy en España son los sindicatos mayoritarios y la patronal, por ejemplo. Pienso que el Partido Comunista, tras la instauración del Estado obrero y socialista, debe seguir siendo un organización que, ejerciendo su papel de vanguardia del proletariado al margen del Estado, que debe convertirse en un grupo de presión, de influencia, al mismo nivel que otras asociaciones u organizaciones políticas que se pudieran formar, de otras ideologías, intereses y puntos de vista.
Ya respondiendo a la segunda pregunta, la solución no es crear un sistema de partidos cubierto con un manto socialista. Elegir cada cuatro años a un partido político que gobierne no es democracia, sea bajo el socialismo o bajo el capitalismo. La democracia reside en el pueblo, en la asamblea, en el puesto de trabajo. Lo mismo sucede con ese pluripartidismo artificial que tiene lugar en países como China o Corea del Norte, que no sirve más que para canalizar intereses divergentes pero sumisos a la línea oficial, establecida por el Partido Comunista o Partido de los Trabajadores, respectivamente. La lucha política, el centro de discusión, reside en el consejo popular, en la asamblea, donde los ciudadanos, que militarán en distintas asociaciones, organizaciones, grupos de interés y demás, serán quienes discutirán las cuestiones políticas que posteriormente se trasladarán a instancias superiores. Ante esta posibilidad, alguno o alguna se preguntará si, a la hora de elegir a los portavoces de las asambleas sus campañas estarían financiadas por dichos partidos políticos. La respuesta es no. Los portavoces se dan a conocer a través de la propia asamblea. Para ello hay que eliminar la posición preponderante que se le otorga al Partido partiendo de la misma constitución, y como ejemplo tendríamos la Constitución de la República Soviética de Rusia de 1918, o de la URSS de 1924, donde las únicas instituciones políticas reconocidas son los soviets, haciendo honor a la denominación de este extinto país.